lunes, 7 de mayo de 2018

O CON UNOS O CON OTROS

El  PSOE, un partido de clase.

“O con unos o con otros, o con los trabajadores o con el capital pero no con ambos a la vez”. Esta es una frase del fundador Pablo Iglesias que hoy cobra actualidad.

Ya en 1754,  Rousseau argumentaba que “el primer hombre al que,  tras haber cercado un terreno,  se le ocurrió decir: Esto es mío… y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerle caso,  fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil.  La propiedad privada y el derecho han creado un abismo entre dos “clases“ jerárquicamente diferenciadas entre sí: la clase de los propietarios,  de los poderosos, de los amos,  frente a la clase de los no propietarios,  pobres o esclavos.

Siguiendo a Marx,  nuestra época no ha eliminado el antagonismo de las clases;  lo ha vuelto más simple,  ya que la sociedad se va escindiendo cada vez más en dos grandes campos enemigos:  la burguesía y el proletariado.

La burguesía es la clase de los modernos capitalistas,  son los propietarios de los medios de producción,  los patrones de los asalariados y los que utilizan el sistema financiero para apropiarse de sus inmensos beneficios,  incluidos aquellos producidos por la fuerza del trabajo.

El proletariado es la clase moderna de los asalariados,  que no son propietarios de los medios de producción,  y que se ven obligados a vender su fuerza laboral para subsistir.

Para la corriente de pensamiento marxista, la explotación del capitalismo sobre el proletariado es un hecho. Y el poder entender esta situación como derivada de la lógica del antagonismo fundamental de clases,  es conciencia de clase.

En 2013 se proyectó en la Berlinale, certamen cinematográfico de cierta importancia en la capital alemana y en toda Europa,, una película documental del director de cine Ken Loach, titulada “El espíritu del 45”.

No hace falta presentar a Ken Loach, que es un gran director de cine comprometido políticamente y que hace del arte un arma emancipatoria. Y lo hace muy bien, con historias interesantes y verídicas. En esta ocasión utiliza el formato de documento. Nos describe lo que pasó en el Reino Unido desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Nos lo dice de manera sintética, objetiva pero no imparcial. No se puede ser neutro cuando se quiere explicar lo que ha ocurrido en un país en más de medio siglo. Se puede ser fiel a los hechos y a los procesos, pero seleccionando lo fundamental desde una determinada perspectiva. La perspectiva de Loach es que estamos en un sistema capitalista y que la lucha de clases existe. Que los gobiernos toman decisiones y lo hacen siguiendo criterios de clase, es decir, defendiendo los intereses de una determinada clase. Los Estados defienden, en principio, los intereses de las clases dominantes que son, en el capitalismo, los que detentan el poder económico.

Loach nos recuerda verdades simples, que a veces no conocemos u olvidamos.

La primera es, que siendo el Reino Unido la potencia hegemónica en el Sistema-Mundo Capitalista, antes de la Segunda Guerra Mundial, tenía a la inmensa mayoría de la población en condiciones de vida miserables, los obreros y sus familias y, aún más, la inmensa cantidad de parados que había en el país. No había ni enseñanza ni sanidad pública, por ejemplo.

Que cuando los soldados británicos que volvieron de la Segunda Guerra Mundial, en su mayoría obreros, volvieron del frente no lo hicieron para volver a la situación anterior, porque habían ido a la guerra no sólo por patriotismo sino para luchar contra el fascismo en nombre de algo mejor. Y este algo mejor no era lo que tenían. Tenían ganas de cambiar su mundo y lo hicieron. Este fue el espíritu del 45. Tenían además un instrumento político, el Partido Laborista… Como las clases dominantes tenían el suyo, el Partido Conservador. Pero volvió a ganar el Partido Conservador y fue desmantelando todas las conquistas de los trabajadores. En estas estamos, desgraciadamente.

La película lo muestra muy bien, las imágenes son muy verídicas, y  la música ayuda a crearse un ambiente adecuado.

Pero la pregunta es clara:  ¿Porqué las clases trabajadoras votaron a Margareth Tatcher?  ¿Porqué cavaron su propia fosa?.

Lo primero que hay que decir es que, seguramente, no fueron los mismos que votaron al Partido Laborista los que votaron al Partido Conservador. Fueron sus hijos. Tal vez porque ya daban por seguro lo que tenían (sanidad pública, educación pública, transportes públicos…) y ni se plantearon que podían perderlo.

Pero lo importante es que aparece, con Margareth Tatcher, el neoliberalismo. Ya no se trata del antiguo mensaje del Partido Conservador de que las clases sociales son naturales y hay que aceptarlas. Los jóvenes trabajadores ya no pueden creerse esta ideología. De lo que se trata es que aparece una nueva ideología: la del individualismo, la competencia, la iniciativa, el responsabilizarse de sí mismo y no confiar en la sociedad ni en el Estado. Eso sedujo a los votantes.

Y ahora el problema de la izquierda es que, o se ha dejado absorber por esta ideología ( como el propio Partido Laborista, convertido en partido de clases medias y dirigido por ellas) o se mantiene una actitud despectiva, como hace la izquierda más dogmática.  La cuestión sería ser capaz de retomar algunos problemas planteados por el neoliberalismo (los abusos y la picaresca en un Estado paternalista, la burocratización de los sindicatos…) y valores (la responsabilidad individual, la autonomía individual) para insertarnos de manera equilibrada en una propuesta de izquierdas.

Hay una frase muy hábil de Obama pronunciada no hace mucho tiempo: “O subimos los impuestos a quienes más tienen o recortamos el gasto sanitario a los ancianos. Esto no es lucha de clases, son matemáticas”. La frase es hábil porque saca el debate de lo ideológico hasta reducirlo a una simple cuestión técnica, tan indiscutible como que dos más dos son cuatro. Obama utiliza la fuerza de su rival  -ese Tea Party que le retrata a él como un comunista peligroso-  para hacerle caer al suelo. Punto para el karateca.  Pero, ¿de verdad ya no hay lucha de clases?.

Otra cita, ésta del multimillonario Warren Buffett: “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”.  Baffett también usa las matemáticas para demostrar que las grandes fortunas en EEUU pagan hoy menos porcentaje en impuestos que sus secretarias. Es un drama universal: en la mayoría de los países prósperos, según la OCDE, ha aumentado la desigualdad económica durante las últimas décadas, casi a la misma velocidad con la que han menguado los impuestos para los multimillonarios.

Puede que la terminología marxista suene hoy a vieja, y que toda la sociedad se considere clase media.  Ese es otro éxito ideológico de la derecha. Pero ese mundo que algunos dibujan, donde no hay ni pobres ni ricos, ni tampoco diferentes intereses entre las clases sociales, es aún más irreal que la utopía comunista.

Hay un interesante artículo publicado por el Catedrático de Economía VicenÇ  Navarro, en la revista “Temas para el Debate”,  en el que se cuestiona la percepción que se promueve en los mayores medios de información españoles,  de que la mayoría de la ciudadanía pertenece a las clases medias.

En él dice que una de las características de nuestro tiempo, en el que vivimos bajo la hegemonía del pensamiento liberal, es la desaparición en los análisis y narrativas de la estructura social de España, de cualquier referencia a la existencia de clases sociales. Términos como burguesía, pequeña burguesía y clase trabajadora han desaparecido del discurso oficial del país, tanto en los medios de información como en los foros políticos. En su lugar, el término utilizado es el de la clase media, que aúna a toda la ciudadanía que va desde la persona casi rica a la casi pobre, incluyendo así a la gran mayoría de la población. En este nuevo esquema, la nueva estructura social está constituida por los ricos, la clase media y los pobres.

La manera de alcanzar dicha conclusión es preguntando a la nación si se considera de clase alta, clase media o clase baja. Puesto que el encuestado asume que clase alta son los ricos y clase baja los pobres, la gran mayoría contesta clase media, respuesta que carece de valor analítico, pues sólo indica que la mayoría de la población no se considera ni rica ni pobre.

El objetivo es uno y de gran relevancia. El intento de que desaparezca la conciencia de clase entre la clase trabajadora (que constituye la mayoría de la ciudadanía), transfiriendo el debate político al mundo del consumo, dividiendo a la población sobre sus ingresos y consumo, y distanciado ese debate del mundo de la producción y de la distribución de bienes y servicios.

Parece estar claro claro que más del 90% de la población, a través del mensaje neoliberal, se ha dividido en distintas clases sociales, que tienen intereses distintos y que hay que compatibilizar dentro del proyecto transformador, teniendo en cuenta que las clases trabajadoras tienen mayor vocación transformadora que las clases medias (al estar más explotadas).

La posición de clase no depende de los ingresos, sino de la relación con los medios de producción, es decir, quienes poseen los medios de producción son la clase dominante (burguesía) y los que tienen que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir son la clase dominada (proletariado).

No ser sensible a esta diferencia está llevando a las izquierdas políticas a un desastre, como estamos hoy viendo con gran número de partidos socialdemócratas, que están perdiendo sus bases electorales. Sus constantes referencias a las clases medias (Zapatero en su discurso de candidatura utilizó el término clases medias 18 veces, sin nunca utilizar el término clases trabajadoras), explican el creciente distanciamiento de las clases trabajadoras hacia la dirección de estos partidos, con un número preocupante apoyando partidos contestatarios radicales de ultraderecha. Parece no caber duda, que el fascismo de base popular en Europa, es un indicador más del fracaso de los partidos socialdemócratas.

Estos amarguísimos tiempos que corren para las clases trabajadoras, en general, se hacen doblemente amargos para los militantes socialistas que, dos años después de la derrota electoral de 2011, y a pesar de la tremenda indignación popular provocada por las políticas regresivas y antisociales del PP, vemos como nuestro Partido no sólo no recupera la confianza de los ciudadanos, sino que, día a día pierde más afiliados, simpatizantes y votantes. Lo constataremos en las próximas elecciones europeas.

Y es lógico que así ocurra, porque este Partido no le plantea a la sociedad auténticas alternativas al neoliberalismo imperante. Los ciudadanos no ven diferencias esenciales entre las recetas neoliberales del PP, y los parches y remiendos a esas recetas que estamos planteando nosotros. La ciudadanía está cansada de oír decir que debe hacerse aquello que no se hizo, a los mismos que no lo hicieron cuando gobernaron.

La dirección del Partido parece estar anclada en la inacción, enrocada en dejar pasar el tiempo, a ver si el tiempo nos trae soluciones y una nueva oportunidad para gobernar. Estamos instalados en una “oposición responsable”, dicen que para demostrar que somos un “partido de gobierno”. ¿Para demostrárselo a quién?. Parece que la obsesión de la dirección del Partido es gobernar; pero lo importante de gobernar es saber para qué se gobierna. El gobierno no puede ser un objetivo en sí mismo, sino simplemente una herramienta para conseguir arribar a una sociedad socialista. Para hacer otra cosa, mejor es que no gobernemos.

La emancipación de las clases trabajadoras, no sólo del cáncer social de la explotaciónsino de la discriminación y el dominio, constituye la tarea fundamental de un espacio socialista, (partido, colectivo, sindicato o asociación). Sabemos que el socialismo, como proceso secular de liberación del capitalismo está, en muchos sentidos, por inventarse y que será una tarea heroica construida colectivamente por las clases trabajadoras, los intelectuales y los nuevos movimientos “emancipatorios”.

Es un desafío enorme que determinará toda una etapa histórica. El siglo XX podrá ser visto como el fracaso del socialismo (y directa o indirectamente por el triunfo del capitalismo), o bien como una experiencia frustrada de una sociedad alternativa. Sin embargo, este siglo XXI que tan convulsamente estamos iniciando, puede pasar a la historia como el del gran estallido revolucionario, que marcó el inicio del largo camino de construcción del socialismo. Y esto no es sólo una cuestión de convicción moral sino que será obra de las luchas sociales, de la autoorganización de los trabajadores y clases populares y de la capacidad para elaborar objetivos “emancipatorios”, críticos con lo existente y capaces de creer en una esperanza que puede ser posible.

Esto dependió y dependerá siempre de las personas, de las clases y de la voluntad creadora.

El Socialismo español organizado, desde su fundación, siempre tuvo un Programa Máximo, breve pero muy claro, decantándose a favor de una sociedad sin clases, es decir sin explotados y explotadores y por la propiedad social de los medios de producción y de consumo. Para lo cual y ante la lucha de clases existente, era imprescindible lograr el poder político de la clase obrera.

Y desde 1888 hasta el presente, este Programa Máximo ha seguido contenido en los papeles del PSOE. Sin embargo, en sus Congresos celebrados a partir de la transición de la dictadura a la democracia, una vez legalizado y en la vida pública el PSOE, apenas se ha tenido en cuenta ni se ha elaborado una estrategia, tendente a lograr una articulación práctica del tránsito hacia el Socialismo, de tal manera que un Partido llamado socialista y otro conservador y liberal son ampliamente coincidentes.

No se si hago bien en colgar esto  pero la situación social es apremiante y debemos empezar a ponernos las pilas ya, o el pensamiento único acabará capital ideológico por el que tantos dieron su vida..

Por esta razón, hablar de Programa Máximo exige un gran respeto por el mismo, y trazar una hoja de ruta para alcanzarlo. Aunque sea a medio o largo plazo. Esto es lo que podemos definir como tener proyecto: tener valores e ideas. Es proponer un nuevo camino diferente del orden burgués. Un proyecto de futuro distinto, que nos hace aspirar a algo más que a gestionar de forma diferente el sistema capitalista, del cual abominamos; es decir, proponer a la sociedad nuestra solución: la sociedad socialista, la democracia total, que incluye la propiedad común y el reparto real de la riqueza. La igualdad no sólo de género,  sin dominados y dominadores, a la que los socialistas aspiramos, basada en la convivencia.

Para trazar ese tránsito, es absolutamente imprescindible un estado social fuerte, una banca pública, unos servicios públicos, unos pilares del estado del bienestar y unos sectores estratégicos y energéticos públicos, junto a un desarrollado y potente sector de economía social, además de una distribución controlada y no especulativa y una reforma fiscal tan fuerte como progresiva. Sin estas premisas previas no existe ni siquiera socialdemocracia.

Por lo tanto, nuestro programa máximo es el socialismo, y nuestra vía de tránsito la democracia social fuerte y un estado republicano y laico garante de la democracia, de la justicia y la redistribución social, además de protector de los derechos ciudadanos. Y en esta vía de tránsito es también necesario el control económico y el reparto social, garantizando el poder de la ciudadanía, la soberanía popular por encima de intereses privados, grupos de poder económico, clases opresoras y leyes injustas.

La democracia liberal es imperfecta. En el Reino de España, la exigencia de igualdad total ante la ley no existe, cuando un ciudadano o ciudadana cualquiera no tiene derecho a ser Jefe del Estado, y la Constitución, -tras la reforma exprés de 2011- sitúa los objetivos del déficit y el pago de la llamada deuda a bancos,  por encima de las personas. Estas, y otras muchas,  son cuestiones de principio a considerar, antes de hablar sobre un programa máximo simplemente de adorno. Se es socialista o no se es. Ser socialista, no es compatible con aplicar  políticas neoliberales, privatizar bienes públicos o ceder ante los poderosos. Tampoco lo es proteger castas privilegiadas y exclusivas.

Pero para conseguir la necesaria recuperación, no solo del ideal, sino de la esperanza en el socialismo, es necesario analizar cuál es nuestro proyecto, y la situación actual para implementarlo. El socialismo en democracia, no es una utopía imposible.

Para analizar seriamente ese análisis de la situación, que nos permita implementar una estrategia real de tránsito hacia el socialismo, en lugar de “conferencias políticas y discusiones sobre “primarias”,  se ha ido haciendo cada día más urgente un Congreso Extraordinario que permita la participación activa de toda la militancia, a dos vueltas como se hizo tradicionalmente en nuestro Partido. Un Congreso que explicite ante la sociedad española nuestro total rechazo al sistema capitalista, porque el capitalismo ha fracasado y a la postre produce desigualdades e injusticias, hambrunas, pobreza y guerras. El capitalismo hace infelices a las personas y no les garantiza su derecho al trabajo, la educación, la sanidad, la vida digna y la vivienda. El capitalismo sólo beneficia a los detentadores de las riquezas y al mundo financiero y los grupos de poder privilegiados. Por eso creemos en una sociedad socialista.

Una vez hecho esto, debemos elegir a aquellos de entre nosotros con mayor capacidad, empuje y decisión para llevar adelante ese inicio del tránsito hacia el socialismo. Porque creemos en los ideales, no en los ídolos.

VESTIGIOS DE LA VIDA REAL O FIGURADA DE ELOI

“Eloi, Eloi, lama sabactani "Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y a la hora novena, ...